Hoy por hoy, no podemos dialogar sobre la inteligencia como un factor único, singular y determinante de un sujeto. La misma ciencia nos ha demostrado que existe una variedad de tipos de inteligencias. Según las investigaciones del Dr. Howard Gardner estas difieren de persona en persona; a tal punto que se pueden diversificar en tipologías tale como: Inteligencia lógica-matemática, verbal, visual espacial, musical auditiva, corporal, intrapersonal, naturalista, e intrapersonal.
Esta temática abre un abanico de cuestionamientos sobre la Inteligencia o sobre ¿Qué tipo de inteligencia es la más importante? Para ello, la respuesta termina siendo relativa, es decir depende del contexto, las circunstancias y demás condiciones externas e internas; además, no podemos decir que una persona sea o no inteligente, debido al hecho que no cumpla una función de forma determinada.
Por otra parte, las investigaciones sobre tipos de inteligencia se masificaron con los estudios de Gardner. Tal es el caso del aporte de los profesores Mayer y Salovey; quienes, en la década de los noventa, brindaron una imperante contribución a la académica, misma que se denominó Inteligencia Emocional. Tema que posteriormente sería un best seller por el profesor Daniel Goleman.
Especialistas como Extremera y Mérida (2019) corroboran la definición de esta tipología de Inteligencia como aquella habilidad para percibir, entender, comprender y regularizar las emociones, sentimientos propios y de las otras personas con el fin de lograr una sinergia positiva en cualquier entorno. En efecto, varias investigaciones señalan que esta es una gran destreza de reconocidos CEOs, líderes contemporáneos, filántropos y eruditos de ciertas temáticas. Y que, al ser esta la situación, no se debe dejar de lado su transcendental importancia de desarrollo, más aún cuando esta se puede construir desde la escuela.
En efecto, desarrollar la Inteligencia emocional desde los centros educativos se ha tornado un foco de atención en varias entidades académicas de países del viejo continente, los mismos que tienen un enfoque integral en el desarrollo educativo. Por tanto, el darle ese matiz de importancia en la niñez y adolescencia será de prósperos resultados en el individuo del mañana. Ya que estaremos considerando la formación de una persona con características de autoconfianza, automotivación, autorregulación, comunicación asertiva y empatía.
En sí, la potencialización de esta capacidad en etapas de formación no solo fomentará aspectos positivos en el propio individuo, sino que permitirá las buenas relaciones interpersonales entre pares, provocando un ambiente académico donde la armonía, la motivación, el aprendizaje significativo, el compañerismo y el aspecto Neuropsicológico equilibrado de forma sinérgica.
Luis A. Álvarez Silva, Neuro-Psic. Msc.
Docente – Investigador, Postgrado en Educación.
Interesante, la educación debe ser potencializada desde los cimientos del futuro hombre.