Lo terapéutico de lo cotidiano

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Por María José Abad

Actualmente, las sociedades viven una cotidianidad hiperconectada, lo cual ha cambiado diferentes aspectos importantes de la vida. Como todo, aquello tiene puntos a favor y puntos en contra; no se puede negar que la forma en cómo se trabaja, se estudia y las dinámicas familiares han sufrido un cambio drástico en los últimos años. 

Estos cambios ingentes invitan a reflexionar sobre este nuevo panorama y sobre los aspectos que deben tomarse en consideración ante diversas situaciones, como las discusiones de pareja por el tiempo desperdiciado navegando en la web, la pérdida de la habilidad de comunicarse cara a cara, o la excesiva importancia que los hijos le dan a la conexión e interacción con los videojuegos y las redes sociales, en detrimento del goce de actividades al aire libre. 

Es hora de actuar, de ser creativos y de planificar actividades que nos faciliten desconectarnos de lo digital, y de aprovechar el fin de semana —que es cuando normalmente se tienen horas libres— para gozar de tiempo de calidad con la familia, realizando actividades de las que todos disfruten y en las que todos aporten con alguna tarea específica, incluso los más pequeños de la casa.

Se pueden construir o reconstruir relaciones compartiendo ocupaciones, no como un quehacer aislado, sino como un medio para relacionarse, fomentar la comunicación e incluso resolver los problemas que pudieren presentarse al realizar actividades juntos; es decir, se puede desarrollar una sinergia que involucre a nuestros seres queridos con las actividades cotidianas. 

Se podría plantear, por ejemplo, la práctica de la horticultura a través de un huerto familiar en casa. En la actualidad, esta actividad se utiliza incluso de forma terapéutica dentro del área de terapia ocupacional. De hecho, se ha demostrado científicamente que la horticultura trae algunos beneficios, como el fomento de la participación social y el desarrollo de vínculos con la comunidad. Dichos beneficios se dan, en parte, gracias al contacto con la naturaleza, pero también por las actividades que implica  el cuidado del huerto y el cultivo de los alimentos. Aquello conlleva tareas diarias y responsabilidades que podrían distribuirse en la familia, lo cual, a su vez, contribuiría a mejorar las habilidades sociales de cada uno de sus miembros.

Preparar una comida especial el fin de semana también es una excelente alternativa para mejorar la comunicación e interacción entre los miembros de la familia, ya que elaborar un platillo es un proceso que puede hacerse en equipo, y que activa los sentidos, mejora la comunicación y desarrolla la creatividad. Además, esta es una actividad útil para trabajar las funciones cognitivas, motoras y sociales; ¡conviértala poco a poco en un hábito familiar!

De hecho, la preparación de la comida puede trascender e ir más allá del mero proceso de cocción, e incluso valerse de otras tareas familiares, como la horticultura. Así, el proceso puede partir de la idea inicial de lo que se quiere preparar, y continuar con la búsqueda de ingredientes —algunos de los cuales podrían obtenerse cosechando el huerto familiar—, la preparación del plato y la puesta de la mesa de una forma especial; no hay que olvidarse de lo más importante: divertirse en el proceso.   

Todas estas actividades mencionadas anteriormente pueden complementarse con algunas acciones o reglas que permitan una mayor interacción social, como el dejar de utilizar los teléfonos celulares durante las tareas, para que así se priorice el disfrutar del aquí y ahora, con conciencia plena de que el objetivo es tener tiempo de calidad con la familia, y que el resultado final es fruto del trabajo de todos. El producto de las actividades realizadas es observable, genera un sentimiento de eficacia, alimenta la sensación de logro, brinda satisfacción y nos reconectará con nuestros seres queridos.

María José Abad

Directora Escuela de Psicología UEES

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