Recientemente tuve la dicha de leer en este blog el artículo publicado por el Dr Eduardo Molina Morán titulado “La Lectura: Por una educación inmune a otra pandemia. En dicha propuesta el autor nos alerta acerca de que, con el retorno a la presencialidad en las instituciones educativas “nos encontramos en un momento clave para discutir un giro en el modelo pedagógico”; defiende la necesidad de atender la formación del hábito lector y toca el tema del estímulo de la curiosidad en los estudiantes, la satisfacción en la búsqueda de la verdad.
Coincido plenamente con el Dr Molina y sólo quisiera añadir o fertilizar algunas de sus planteamientos. Quiero referirme a la curiosidad, a lo que se entiende por una persona curiosa. Según el diccionario de la Real Academia Española, una persona curiosa es aquella “inclinada a aprender lo que no conoce”. Tal vez el mejor y mayor ejemplo de una persona curiosa es una de las personas en la historia de la humanidad que considero mejor formado integralmente, aquel que fue pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. Me refiero a Leonardo da Vinci. Su figura, en vez de ir pasando al olvido, se agiganta en estos tiempos de vertiginosa convergencia de saberes, donde la multi e interdisciplinariedad se han desbordado. Incluso, ha tomado gran interés el conocer su modo de actuar, de distribuir su tiempo, organizar sus tareas reflejado en un interesante libro titulado “Como pensar como Leonardo da Vinci” del investigador Michel J. Gerb.
Lo valioso de todo esto es que, desde aquellos remotos tiempos ya Leonardo da Vinci nos alumbraba y mostraba el camino que tan genial y pedagógicamente el Dr Molina nos presentó en su post. En el libro de que hago alusión y donde se tratan los principios que regían el pensamiento de da Vinci el primero, tal vez el fundamental, era su curiosidad. Todo le atraía, era un gran observador, lector, planteándose a sí mismo grandes preguntas. Su diario de miles de páginas y por las que Bill Gates pagó recientemente cerca de treinta y un millones de dólares por 18 de ellas, reflejan ese ir y venir multidisciplinario.
¿No es eso lo que queremos de nuestros estudiantes? Estudiantes curiosos, que autorregulen su aprendizaje, verdaderos autodidactas, que cometan errores y los tomen como parte del aprendizaje. La lectura motivada por esa gran curiosidad de conocer cosas nuevas e incluso crear, innovar a partir de lo que se lee, observa, socializa.
¡Qué importante reto para todos nosotros, guías, acompañantes, partícipes de la construcción del conocimiento, del desarrollo de competencias de nuestros estudiantes! Cómo bien nos dice el Dr Morán en su post, “quien intente asumir esta tarea deberá poseer lógicamente”, yo añadiría casi obligatoriamente “dicha cualidad”. La curiosidad como cualidad de nuestros estudiantes y docentes, sin duda, es uno de los pilares fundamentales de la sostenibilidad educativa.
Un mundo signado por pandemias, catástrofes, guerras requiere de paz, justicia y eso sólo se logra con ciudadanos cultos, competentes, capaces de dar adecuada respuesta a estos nuevos problemas o retos que de seguro enfrentará la humanidad.
Giraldo de la Caridad León Rodríguez
Docente del Doctorado en Educación
