La cultura de una nación reside en el corazón y en el alma de su gente
En medio de la actual era de la complejidad e incertidumbre y de los modos de vida que se desarrollan de manera dinámica, volátil y cambiante, hablar de la cultura identitaria de los grupos sociales resulta incierto, por cuanto las adaptaciones a los cambios han de producirse en la inmediatez y exigencias de los nuevos tiempos. Es así como las costumbres, tradiciones, normas, creencias, símbolos, lenguaje y tecnología, cultivados de generación en generación como rasgos de grupos específicos, ahora forman parte de los entornos globales que comparten las personas.
La cultura, entonces, es un concepto extendido que abarca las maneras de vivir, los sistemas de valores y las creencias fundamentadas en esa mirada trascendente, más allá de las fronteras etarias, geográficas o comunitarias. Esto ha permitido observar una distorsión de los valores y principios fundamentales que han guiado la vida en comunidad, convirtiéndose en formas de vida que poco consideran el respeto mutuo, la consideración sutil por el otro, el cuidado del entorno y hasta el cuidado de sí; en fin, existe una afectación profunda del comportamiento ético (basado en principios y valores) de la conducta humana.
La legalidad, en correspondencia con la cultura, es un principio esencial que debe integrarse profundamente en los ámbitos académico e institucional. Este concepto no solo implica el cumplimiento de las leyes y el tan mencionado “deber ser” mediante una norma, sino también la adopción consciente de valores éticos y morales que promuevan una convivencia justa y armónica dentro de las instituciones educativas y organizaciones de cualquier índole, que al final son la marca visible, diferenciadora y por lo que posteriormente han de ser reconocidas las instituciones y las personas desde lo que somos y cómo actuamos.
La cultura de la legalidad en el ámbito académico e institucional
En el contexto académico, la cultura de la legalidad se manifiesta a través de la integridad académica, la honestidad en la investigación, el respeto por los derechos de autor, la conducta proba, incluyendo el respeto mutuo, la no discriminación y la resolución de conflictos de manera justa, virtudes estas que forman parte de la inminente dignidad humana que nos conforma. Es por ello que la educación en valores éticos es crucial para cultivar la responsabilidad y el compromiso como virtudes personales que contribuyan con el bienestar social. Según Mahecha (2014), la cultura de la legalidad en la educación es una estrategia contra la violencia y la corrupción, que busca generar un cambio cultural mediante los procesos de formación.
La integridad académica es un componente fundamental para el desarrollo de una cultura de la legalidad. Esto incluye la prevención del plagio, el fraude y otras formas de inadecuada conducta académica. Las instituciones educativas deben implementar políticas claras y mecanismos de control para asegurar que los estudiantes y el personal académico, no solamente comprendan y respeten estas normas, sino que las interioricen para el bien común de forma permanente. Según un estudio reciente de García y López (2022), la implementación de programas de integridad académica ha demostrado ser efectiva en la reducción de incidentes de plagio y en la promoción de una cultura de honestidad y responsabilidad.
En el ámbito institucional, la cultura de la legalidad se refleja en la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto por las normas establecidas. Las instituciones deben fomentar un ambiente donde la legalidad sea un valor central, promoviendo prácticas éticas y responsables. Ruiz (2023) destaca que la cultura de la legalidad es esencial para el mantenimiento del estado de derecho y la estabilidad democrática, y que su construcción depende de la participación activa de la sociedad civil y la implementación de estrategias efectivas, lo que argumenta y justifica una educación del Ser para su futuro desempeño social.
Esto significa que al profundizar desde el ámbito académico e institucional una impronta por la formación en valores, principios, sistemas de creencias y de actuación ética, se puede gestar una cultura basada en buenas prácticas y convertirse en una herramienta poderosa para ser un modelo a seguir, crear ambientes de aprendizaje óptimos, compartir un legado en el ámbito comunitario y educar individuos íntegros y responsables que contribuyan positivamente a la sociedad.
Acciones para impulsar y formar desde la educación en cultura de la legalidad.
Para impulsar y formar en cultura de la legalidad, es fundamental desarrollar programas educativos que incluyan la formación de valores éticos y legales desde temprana edad, pues lo vivido se convierte en experiencia y contribuye con la acción posterior, dado que la formación en valores no es un estándar para cumplir y ser
medido en una escala numérica, es una formación intrínseca que se inicia en los primeros años de nacimiento, continúa a lo largo de la vida y se concreta cuando la conducta se demuestra en el entorno social.
Para esto, la intervención de la familia es vital y la inserción en un sistema educativo que contribuya a una formación acorde con las buenas prácticas mencionadas anteriormente, es el valor agregado necesario para dinamizar los cambios sociales urgidos en esta época de la volatilidad y cambios constantes. Según un estudio de Pérez y Martínez (2023), los programas educativos que integran la enseñanza de la legalidad y la ética han demostrado ser efectivos en la formación de ciudadanos más conscientes y responsables.
Visto así, las instituciones pueden organizar diversas actividades para concienciar a los estudiantes y al personal sobre la importancia de la legalidad y la ética en sus actividades diarias. Una estrategia efectiva es la inclusión de la educación sobre temas de legalidad en los currículos escolares y universitarios. En este sentido, desde ya se avizoran nuevos tiempos y el Ministerio de Educación del Ecuador ha levantado su bandera al implementar el
Modelo de Inserción Curricular: Educación Cívica, Ética e Integridad (2024).
Esto indica que existe un compromiso con las nuevas generaciones y las acciones empiezan a germinar, tal como lo expresa la ministra en el texto: “Creemos firmemente en el poder transformador de estas disciplinas, las vemos como antídotos para tiempos complejos, en los que la falta de valores ha profundizado la apatía y mermado la capacidad de nuestros estudiantes por hacer y sostener buenas prácticas” (Alegría Crespo, 2024, p. 4). Esto se traduce en una corresponsabilidad donde todos tenemos que sumar esfuerzos, empezar reflexionando sobre lo que somos en lo interno, lo que hacemos hacia el entorno y lo que deseamos para un futuro promisorio y de bien-estar para todos.
Consideraciones finales:
Mahecha, E (2014). Educación y cultura de la legalidad. Justicia Juris, 10(2), 36-43 Recuperado de SciELO:
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1692- 85712014000200005
Ministerio de Educación del Ecuador. (2024). Inserción curricular: Educación Cívica, Ética e Integridad. Primera Edición. República del Ecuador.
Ruiz, J. F. (2023). La cultura de la legalidad y su impacto en la estabilidad democrática. Boletín Mexicano de Derecho Comparado, 49(137), 200-220.
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