La educación es un pilar fundamental en el desarrollo humano y de la sociedad, constituyéndose en “un derecho de las personas a lo largo de su vida y un deber ineludible e inexcusable del Estado” (Constitución del Ecuador, 2008.)
En este proceso, padres y madres tienen la responsabilidad de participar en procura de coadyuvar al desarrollo integral de sus hijos, compromiso que se inicia desde la planificación familiar, teniendo plena conciencia de que procrear un ser humano involucra atenderlo en toda su multidimensionalidad, es decir, alimentación, salud, vestimenta, vivienda, amor, protección y educación.
Se hace referencia, entonces, a una maternidad y paternidad responsables de brindar una vida plena y digna, en la que el factor educativo es primordial, “propiciando un ambiente de aprendizaje adecuado en el hogar, organizando espacios dedicados a la recreación y esparcimiento, en el marco del uso adecuado de tiempo.” (LOEI, 2011, pág. 66.).
También involucra la participación de los padres en la educación escolarizada, tanto en los organismos de la institución educativa, como en el desarrollo académico de sus hijos, siendo corresponsables en el logro de las metas educativas de éstos.
El escaso involucramiento de los padres en la vida escolar de los niños, incide en el desempeño de éstos, en el poco interés frente al cumplimiento de tareas, en los procesos de comunicación, en el equilibrio emocional y en su autoestima, incidiendo en la adaptación al centro educativo. Todo ello deriva en un bajo rendimiento escolar, problemas de aprendizaje, ligado en muchos casos a conductas inadecuadas, que conducen a la inseguridad, dificultades en la interacción social y, por último, a la pérdida del año escolar.
Adicionalmente los niños pueden presentar problemas de atención, concentración, memoria, presentar comportamientos en los que demuestren poca tolerancia a la frustración, lo cual le planteará obstáculos hacia el éxito escolar.
La despreocupación parental se evidencia también en la indiferencia hacia las necesidades e intereses educativos de los niños, lo cual se refleja desde la presentación personal, la limpieza y el aseo, los cuadernos y hojas de trabajo incompletos, a lo que se suma la ausencia de los padres en la vida escolar, convirtiéndose, en muchos casos, en meros espectadores, desvinculándose de toda acción educativa.
La vida escolar de los niños se ve afectada en alto grado cuando los padres son indiferentes e indolentes ante las necesidades educativas que presentan, tanto en condiciones de normalidad como en situaciones de excepcionalidad, en cuyos casos es vital la atención permanente y dedicada de los progenitores, ya que es el vínculo afectivo lo que ayuda a superar barreras y dificultades escolares, a estimular el esfuerzo y alcanzar los objetivos educativos.
También es necesario considerar que en la sociedad actual los padres se enfrentan a la complejidad de cómo educar a sus niños, cuando se desenvuelven en un escenario laboral que los limita en el tiempo que deben dedicarles para escucharlos, orientarlos y apoyarlos en su escolaridad. De ahí la importancia de dedicarles tiempo de calidad en el que vayan consolidando hábitos positivos, autonomía, y desarrollen su pensamiento.
Los logros de aprendizaje de los niños y su adecuada integración social, pueden conseguirse cuando existe el involucramiento de los padres, su participación activa y relación efectiva con la institución educativa, compartiendo la misión formadora y educadora, a través de estrategias que pueden implementarse desde el hogar y de esa manera propiciar la consolidación de los diferentes aprendizajes.
Por ello es relevante que la influencia de los padres sea vista también desde el apoyo pedagógico que éstos puedan brindar en el hogar, a través de acciones educativas orientadas al refuerzo y al fortalecimiento académico, desde una dimensión lúdica, que a la vez afiance el vínculo afectivo familiar.
La influencia directa de la maternidad y paternidad en la vida escolar, redunda en aprendizajes significativos y duraderos, en el desarrollo del lenguaje y los procesos del pensamiento, en la autodisciplina, en la práctica de valores, en la adaptación social, en la confianza del niño y la autoidentificación de sus fortalezas y limitaciones, éstas últimas las sabrá superar en la medida en que los padres comprendan las diferencias individuales y no establezcan metas que superen las reales capacidades de los niños, de esta manera cada niño logrará objetivos en la medida de sus posibilidades y con la ayuda de sus progenitores.
A ello se suman los valores familiares, los principios morales, como el respeto, la obediencia, la solidaridad, la responsabilidad, que deben ser fomentadas por los padres, para influir positivamente en el desarrollo de una personalidad equilibrada, de esta manera los niños serán capaces de edificar vínculos afectivos satisfactorios.
Resulta imprescindible lograr una mayor participación de los padres en la educación de sus hijos, lo cual se logrará en la medida en que cada uno de ellos asuma su responsabilidad en la formación de un ser humano con valores, conocimientos, comportamientos y actitudes apropiadas, que se integrará positivamente en el contexto social y alcanzará su plenitud.
De esta manera la maternidad y paternidad responsables se constituyen en factores importantes para asegurar el desarrollo de una escolaridad satisfactoria en los niños y niñas, escogiendo el tipo de educación que consideren más pertinente de acuerdo a sus principios e ideologías.
Sonnia Granizo, Ph.D.
Docente de la Escuela de Educación
Facultad de Humanidades UEES
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